Se presenta aquí un testimonio de la historia del Chaco, recogido del campo de las artes plásticas, sobre los relieves del Mástil Central de la Ciudad de Resistencia realizados por el escultor Julio César Vergottini.
El presente texto pertenece a -Miryam Ruth Romagnoli- (Depto. de Historia - Facultad de Humanidades - UNNE) y fué extraído del libro - XVI Encuentro de Geohistoria Regional, 15 y 16 de Agosto de 1996 - "Dos testimonios de la Historia del Chaco en las Artes Plásticas" p.491.
INTRODUCCIÓN
El arte es una de las manifestaciones más evidente de la vida. Es
interpretación de una experiencia colectiva realizada por un hombre, el artista,
quien forma parte de esa experiencia, que es capaz de percibir y
plasmar los impulsos y señales de un tiempo y de un espacio determinado.
“Me
gustaría comparar la orientación en la cosas de la naturaleza y de la
vida, ese ordenamiento multiplicado y ramificado, con la raigambre del
árbol. De allí brotan para el artista las savias vitales, para
atravesarlo y salir por su ojo… El artista ocupa el lugar del tronco.
Oprimido e impulsado por la potencia de aquel torrente, él encauza lo
contemplado hacia la obra. Así como la copa se extiende visiblemente,
en el tiempo y en el espacio, hacia todos lados, del mismo modo ocurre
con la obra…”.
Paul
Klee. Testimonios (1924). En: Documentos para la comprensión del arte
moderno. Buenos Aires, Nueva Visión, 1984, cap. VII, p.113.
La frase del pintor contemporáneo Paul Klee testimonia el rol del
artista en tanto ser que opera dentro de la realidad. Al indicar que su
hacer no es “independiente”, afirma que habla de un hombre concreto que
se mueve en un mundo concreto. Sus deseos de realización se entrelazan
con la circunstancias del devenir.
La obra de arte recrea
y enriquece la propia realidad. En tal sentido, posee un valor
evocativo y documental de gran utilidad para el historiador, que puede
encontrar en ella un valioso auxiliar para la enseñanza de su
disciplina. No implica esto relegar la actividad estética a un lugar
secundario respecto de la Historia. Por el contrario, la obra de arte
configura “un mundo”, con leyes y principios propios, que es necesario
conocer para una correcta decodificación. Pero es un mundo dentro del mundo. El presente trabajo basa su enfoque en esta afirmación.
Se
presenta aquí un testimonio de la historia del Chaco recogido del campo
de las artes plásticas. Alude a los relieves del Mástil Central de la
Ciudad de Resistencia, realizados por el escultor Julio César Vergottini, apoyado por una labor comunitaria que transforma el hacer creativo en una empresa colectiva.
El arte cumple la función de “memoria histórica”. Evoca, recrea, y abre
paso a la reflexión. Ideas y sentimientos permanecen latentes entre
formas y colores. Sólo el ojo sensible del espectador puede hacer
brotar la chispa de una íntima comunión. Este trabajo pretende también
estimular tal contacto.
TESTIMONIO: LOS RELIEVES DE JULIO CÉSAR VERGOTTINI
9 de Julio de 1937. El Presidente de la Comisión Pro-Mástil y de la Comisión de Fiestas Patrias, Mayor Jorge Félix Gómez, formaliza la entrega del basamento y placas alegóricas del mástil central de la capital chaqueña:
“Hoy me permito entregar esta obra realizada totalmente en el Territorio, en nombre del pueblo de Resistencia, al cuidado de sus hombres de Gobierno y al homenaje constante de los trabajadores de esta tierra”.
(La Voz del Chaco. Resistencia, sábado 10/07/1937, pp. 1-3)
Culmina así un proceso que ha puesto a prueba el entusiasmo y al voluntad de un grupo de ciudadanos, comprometidos cívicamente y empeñados en acabar los trabajos pensados para el mástil de la Bandera Mayor.
Proceso que también pone en manifiesto el eco comunitario que encuentran aquellos emprendimientos recepcionados como válidos y representativos de un sentimiento compartido.
Un año antes, precisamente el 25 de Mayo, se había inaugurado el mástil central, emplazado en la Avenida 9 de Julio, frente a la Plaza principal. El proyecto, sin embargo, no estaba completo y nuevos esfuerzos serían necesarios para dotar a la obra de su correspondiente pedestal y de las placas alegóricas con relieves artísticos que se ubicarían en cada uno de sus lados. La Comisión Pro-Mástil se aboca al trabajo desde el mismo momento en que la fina aguja del mástil se perfila sobre el cielo resistenciano.
En su edición del 5 de mayo de 1937, La Voz del Chaco da cuenta de los pasos dados en tal sentido y de las necesidades perentorias:
“En ese transcurso del tiempo se ha estudiado la mejor forma de ejecutar dicha obra artística, con hombres y elementos del Chaco, habiéndose encomendado los bajos relieves simbólicos al escultor Vergottini, radicado en esta ciudad, quien ha modelado en yeso dichos relieves”.
(Ibid, miércoles 05/05/1937, p. 5.)
El comentario del diario agrega que las placas serán realizadas en bronce y que la fundición estará a cargo del Señor Aldo Agazzani, vecino de Resistencia. Para tal empresa era necesario procurarle el metal. Si bien el Gerente de la Sucursal Chaco de la West India Oil Co. había donado una importante cantidad, no era suficiente. Y para obtener más material la participación ciudadana sería decisiva.
“Se trata de un monumento que debe llevar una parte de todos” – escribía el Mayor Gómez al Director de Estampa Chaqueña -. “Ud. que conoce el ambiente local, que sabe de las dificultades con que se contó para financiar la creación del Mástil de la Bandera Mayor, que se iza en Resistencia, y que se imaginará las que existen ahora para la financiación del pedestal para el mismo, no dudo que coopere en la campaña que iniciamos al efecto”.
(Estampa Chaqueña. Resistencia, sábado 05/05/1937, Año VIII, Nº375, p. 6. )
La campaña a la que se hace referencia apuntaba a conseguir bronce y cobre, respondiendo a la iniciativa de la Comisión de comprometer al habitante de la ciudad en un emprendimiento de alcance comunitario. Canillas en desuso, medallas, pedazos de caño, roscas y todo utensilio que pudiera servir al fin propuesto son requeridos a los vecinos. La respuesta a la colecta comienza a llegar, notándose el interés despertado en los grupos escolares que, incentivados por los maestros, realizan también su aporte.
Mientras se intensifica la campaña, el escultor Vergottini ultima con Aganazzi los detalles de la fundición. Se trataba indudablemente de un gran desafío.
Por primera vez “se realizaba una tarea de estas características, en un medio sin los instrumentos necesarios, de manera que fue algo artesanal, con un resultado formidable”.
(Mariana Giordano. La escultura en el chaco en la primera mitad del siglo XX. Informe de beca para la Secretaría General de Ciencia y Técnica de la UNNE, febrero de 1995.)
Los avances del proyecto se reflejan en la prensa escrita. La Voz del Chaco reproduce las fotografías de los relieves, acompañándolas con explicaciones sobre sus características y contenidos.
Finalmente el proyecto se concreta y el basamento con sus placas alegóricas es oficialmente inaugurado. El acto integra el programa con que la Comisión de Fiestas Patrias celebra un nuevo aniversario de la Independencia.
En tal ocasión, el Mayor Jorge Félix Gómez, dirigiéndose a las autoridades y al público reunido en torno al mástil, expresa:
“El jalón argentino en este Chaco, debe sintetizar, en su mojón, la historia de este pueblo, con alegorías especiales. Su ritmo de progreso es paralelo al de cualquiera de los pueblos nacionales, magüer su medio siglo de vida de trabajo. Es ésta la razón que ha impulsado al escultor a concebir la blanca columna de riqueza algodonera, ornamentada con relieves alusivos… Se refieren ellas (las placas): a la raza madre, enérgica y altiva, sobria, luchadora. A la marcha de la ocupación de humildes pobladores, tras las huellas del ejército de la Patria, que funda pueblos y ciudades y colonias, que hoy son realidad… A los conquistadores del bosque impenetrable, modestos y abnegados correntinos, que con el ruido de sus hachas llaman la atención a la riqueza y bienestar futuro. Y por último, al panorama actual de riqueza chaqueña… campos de algodón con vislumbres de fábricas, en constante ritmo de progreso”.
(La Voz del Chaco. Resistencia, sábado 10/07/1937, pp. 1-3)
La profesora Mariana Giordano, en su trabajo La escultura en el Chaco en la primera mitad del siglo XX, hace referencia a las alternativas del acto, que motivaron un posterior desagravio al escultor Vergottini por parte de los integrantes de la Peña “Los Bagres”, agrupación de la que se hablará más adelante.
Sucedió que en los discursos protocolares, incluido el Gobernador, se resaltó especialmente la significación de la fecha patria sin hacer mayores alusiones al trabajo artístico que acababa de descubrirse. Los amigos del artista decidieron salvar lo que consideraron una injusta omisión, organizando una cena en el restaurante “Chanta Cuatro”, lugar habitual de reunión de “Los Bagres”.
Esta comida se llevó a cabo el 16 de julio y en su transcurso se sucedieron los discursos de homenaje y reconocimiento al trabajo de Vergottini. Entre ellos resaltaba el del pintor Rafael Galíndez, quien refiriéndose a los oradores del acto del 9 de julio y al valor artístico de los relieves dijo:
“No obstante de encontrarse a dos pasos del mástil parecían empeñados en importarles poco a pesar de su grandeza, con que la imaginación del gran artista Julio César Vergottini supo crearla, reflejando toda su belleza para sus admiradores, porque contiene toda la forma que existe y la que no existe en la naturaleza, y por ello es digna de ser ensalzada y exaltada”.
La Voz del Chaco. Resistencia, sábado 17/07/1937, p. 5
La prensa escrita también reflejó lo acontecido. El poeta Gaspar Benavento, a la par de expresar su admiración por el artista y su obra, tuvo palabras de crítica hacia los discursos oficiales:
“(Vergottini) ha trabajado silenciosamente su obra de arte. Silenciosa y desinteresadamente… Ha desentrañado de su yo, una riqueza íntima que no heredó de nadie y que, por lo mismo, le pertenece únicamente a él… Ha buscado en el símbolo de la raza el motivo para sus realizaciones. Ha hecho un canto al trabajo con sus labriegos que represan cantando de los surcos, con sus leñadores, musculosos y sufridos, con su cosechero que no ha querido cubrirse la cabeza para sentir la gloria de ser besado por el Sol, en la frente. Que sepan los maestros de escuelas, los niños de las escuelas, esto que ayer no escucharon: Julio César Vergottini ha entregado a la ciudad de Resistencia la primera nota de arte con que podrá gloriarse este rincón de la patria”.
8. Ibid, sábado 10/07/1937, p. 3.
Pocos meses después, en enero de 1938, Vergottini se aleja definitivamente de Resistencia y se establece en Buenos Aires. Vive en Avellaneda, acompañado por sus animalitos y sus recuerdos.
EL ARTISTA
El autor de los relieves del mástil de la Bandera Mayor no es un ignoto artista, carente de trayectoria o antecedentes notorios. Por el contrario, se trata de una persona con sólida formación plástica adquirida en la práctica del taller y afianzada por las “adquisiciones visuales” incorporadas en sus largos periplos por el país y el extranjero.
Julio César Vergottini nació el 6 de septiembre de 1905 en Buenos Aires. Fue discípulo del escultor español Arturo M. González en La Plata, entre los años 1919 y 1923. Junto a su hermano, el dibujante apodado Marius, recorrió Europa, norte de África y Sudamérica.
Orientó su accionar artístico esencialmente hacia la escultura, pero incursionó también en pintura, dibujo y grabado. Entre sus obras más importantes figuran el Busto del Almirante Brown (1950) en el Barrio de La Boca, el Monumento a la Madre (1960) en Tres Arroyos, el Monumento al Almirante Brown (1967) en Irlanda. Para la Embajada de India realizó el busto de Mahatma Gandhi, actualmente exhibido en Nueva Delhi.
Obtuvo el Primer Premio del Concurso a la Bandera, ejecutando la obra en la Plaza Colombia de Buenos Aires (1938). Sus trabajos integran el patrimonio de museos del país y del mundo.
Vergottini llega a Resistencia en 1936, permaneciendo dos años en la capital chaqueña. Muy pronto se integra al núcleo de inquietos impulsores de la cultura, protagonizando junto a ellos la creación de la Peña “Los Bagres”, agrupación de carácter informal, especio de faro en un ambiente en exceso materialista y cuyo accionar dejará huellas profundas que facilitarán el camino hacia nuevos horizontes. El pintor chaqueño Alfredo Pértile recuerda:
“El día viernes 10 de julio de 1936 se adjudicaron los premios en la Exposición de la Sociedad Rural del Chaco. Mis cuadros fueron distinguidos; con tal motivo, el Dr. Alberto Torres nos invitó a Vergottini y a mí a cenar en el “Chanta Cuatro”… El ambiente resultó muy agradable para los tres, y a Vergottini se le ocurrió proponer reunirnos todos los días jueves en el mismo lugar… La iniciativa fue aceptada.
Vergottini, porteño, después de recibir una herencia, recorrió parte de Europa, norte de África, hasta llegar a Grecia. Sus reservas se agotaban y lo que le quedaba fue suficiente para llegar al Brasil en su viaje de regreso. Se valió de los recursos posibles para continuar por tierra hasta Asunción donde trabajó lo suficiente para alcanzar la ciudad de Resistencia. En esta ciudad fue nombrado agente de policía con funciones en la Oficina de Catastro de la Gobernación…
… para concretar la idea de Vergottini había que actuar, y fue así que yo busqué a Gaspar L. Benavento y a Juan de Dios Mena. Torres, por su parte, buscó a (Denier)… Y así fue que el día 16 de julio, día jueves, de 1936, por primera vez, Torres, Vergottini, Benavento, Mena, Denier y yo cenamos juntos en el “Chanta Cuatro” y ocurrió que en uno de esos jueves que se sucedieron con un paulatino aumento de comensales, a Mena se le ocurrió decir que “somos unos bagres”, opinión aceptada científicamente por Denier y aplaudida por los demás presentes y desde entonces formamos “La Peña de los Bagres”.
(Alfredo Pértile. Testimonio manuscrito. Archivo M. Romagnoli.)
Esta Peña se convirtió en lugar de encuentro de profesionales, escritores, artistas y de todos aquellos que tenían alguna inquietud “por las cosas del espíritu”. Vergottini fue uno de sus fundadores y activo partícipe en sus reuniones de los días jueves. De allí el alto carácter emotivo que tuvo la cena del desagravio ofrecida al escultor cuando los sucesos de la inauguración de los relieves del mástil.
LOS RELIEVES DEL MÁSTIL
Las placas son relieves alegóricos, en número de cuatro y colocadas en cada uno de los lados del basamento del mástil, tratan los siguientes temas:
1. La raza madre
2. La conquista del bosque
3. La ocupación de la tierra
4. La cosecha de algodón.
1. La raza madre
La placa representa, en primer plano, al cacique indígena y su compañera, quien sostiene un niño en sus brazos. Más atrás, asoman otras figuras que simbolizan la tribu.
Las figuras principales ocupan toda la superficie compositiva, de formato rectangular. Las formas, fuertes y sólidas, están investidas de gran fuerza expresiva. Orgulloso y desafiante, el indio levanta la cabeza. Es el dueño de la tierra y, como tal, parece presto a defenderla. Sus dedos se cierran en torno al arco que sostiene junto a su cuerpo. El cuchillo en la mano derecha refuerza el mensaje cuyo eco resuena, atrás, entre los hombres de la tribu que con actitud decidida levantan las lanzas.
A su lado, la mujer resalta su rol dentro de la sociedad indígena. Ella es también protagonista. Con su hijo en brazos, comparte el primer plano, cual sustento y esperanza de continuidad.
Las figuras han sido modeladas con cuidado anatómico. Los cuerpos, prácticamente desnudos, permiten al artista realizar un buen estudio del comportamiento de los músculos y nervios. Se percibe la fuerza del hombre y el bullir de la sangre en sus venas. La mujer, de concepción académica, revela temple y seguridad. La frontalidad potencia la expresividad de las imágenes.
El trabajo en distintos niveles de relieve permite un interesante juego de luces y sombras. La pareja, en alto-relieve, insinúa un movimiento de avance; el pie que se adelanta llega al borde mismo de la placa.
Esta es la raza madre, el impulso inicial, la semilla.
2. La conquista del bosque
La escena muestra un rudo trabajo en el aserradero. En primer plano aparecen dos figuras masculinas abocadas a la tarea de desmalezar el tronco ya abatido. Atrás asoman los árboles, distinguiéndose un tercer personaje que, hacha en mano, se esfuerza por profundizar el tajo del quebracho aún erguido.
El eje diagonal profundo que forma el tronco en el suelo se contrapone a la otra diagonal en la que se inscriben las dos figuras principales. Estas direccionales se encuentran casi en el centro de la placa, donde las manos de los hacheros establecen un claro nudo de tensión. Las líneas verticales de los árboles completan el andamiaje compositivo.
Al igual que en el relieve anterior, el escultor se detiene en el detalle anatómico y, lo que era fuerza latente en las figuras inmóviles de la familia india, se transforma aquí en arrollador movimiento de los cuerpos en acción.
La ubicación de las figuras permite el estudio del cuerpo a través de tres posiciones distintas: el hachero más próximo al espectador, a la derecha, se encuentra de espaldas, el de la izquierda de tres cuartos de perfil mientras que la figura más alejada se presenta frontal. Este giro virtual confiere a la escena dinamismo, el que se acentúa con otras correspondencias formales, tales como el movimiento de las cabezas, de lo brazos y la línea de los árboles.
La placa, de dimensiones más reducidas respecto a la primera, es también rectangular, si bien en este caso el lado mayor del rectángulo configura el eje horizontal.
3. La ocupación de la tierra
Se observa en la placa a un grupo de personas que se desplazan de derecha a izquierda. Sus vestimentas y atributos las hacen fácilmente identificables: se trata de los pobladores gringos que, guiados por soldados, se aprestan a ocupar el Territorio.
En primer plano, se observa a la familia de inmigrantes, encabezada por el hombre, que porta una azada sobre el hombro. Sigue sus pasos una mujer con un niño en brazos. Atrás se perfilan otras figuras: hombres y mujeres que, en caravana, siguen al soldado fortinero que oficia de guía.
Un buey acompaña la marcha de los pobladores recién arribados.
El artista plasma con cuidado realista las vestimentas de los distintos personajes. Los pliegues en la ropa permiten apreciar el cuerpo en movimiento, a la par que generan contraste de luz que contribuyen a dinamizar las formas.
El formato rectangular de la placa, con su lado mayor emplazado en sentido horizontal, facilita la ubicación de las figuras a modo de friso con distintos registros de profundidad.
Resulta interesante comparar la familia gringa del primer plano con el grupo indígena de la primera placa. Ambos núcleos comparten el mismo empuje y la misma voluntad. Los que llegan avanzan con decidido paso hacia la tierra en la que depositan su esperanza. Tierra en la que soñoreaba el indio, cuya reciedumbre aún se vislumbra en las figuras del cacique y su prole. Dos razas, dos momentos y un mismo vínculo: el CHACO.
4. La cosecha del algodón
Esta placa guarda relación de formato con la primera analizada, correspondiente a la raza madre. Se trata también aquí de un rectángulo cuyo lado mayor siguen la línea vertical.
Una sola figura humana ocupa gran parte del espacio plástico. Es un cosechero que recoge capullos de algodón y los deposita en una bolsa que cuelga de su cintura.
Se repite el tratamiento observado en las placas anteriores: fuerza expresiva, minucioso estudio anatómico, realismo en los detalles. La figura del cosechero se inscribe en una diagonal que parte del ángulo inferior izquierdo y culmina en el ángulo superior derecho. Este eje sigue la silueta de perfil del hombre: pie derecho, pierna extendida, tronco y cabeza.
Otro eje direccional notorio es el que define la línea de horizonte. A partir de allí y hacia abajo se despliega la plantación de algodón, que enmarca al cosechero. Las plantas dejan asomar los capullos en todo su esplendor.
En la zona superior de la placa, en bajo-relieve, unas pocas líneas marcan la presencia de la fábrica. La humareda que despiden las chimeneas se transmuta en símbolo del progreso industrial. Las verticales y horizontales de la construcción conforman otros tantos ejes secundarios de la composición.
Los relieves del mástil de la Bandera Mayor que se iza en Resistencia constituyen el legado que Julio César Vergottini dejó a los habitantes de la ciudad. Esos mismos habitantes que cruzan presurosos la Avenida 9 de Julio sin detener su paso ni orientar su mirada hacia el generoso ofrecimiento de un artista cabal. Este trabajo pretende activar la memoria y brindar un merecido homenaje a quien fuera uno de los pioneros del arte chaqueño.