Militar argentino encargado de realizar tareas de patrullaje en la línea de los fortines del río Bermejo, que emboscado en un estero cayó herido de muerte. Su cuerpo fue recuperado seis días después del suceso por una comisión especialmente enviada para tal fin.
- Una localidad de la provincia del Chaco lleva este nombre en honor a su valía
- También lo hace la Escuela Nº616 de Pampa del Indio.
Sorpresa del estero. (Crónica de la muerte del Capitán Solari) El Capitán Facundo Solari fue asesinado por los aborígenes en la jurisdicción del Fortín Uriburu, el 1 de junio de 1912, en circunstancia que prestaba servicio en el Regimiento 7 de Caballería, de guarnición en el Fortín Presidencia Roca, cuyos efectivos se habían trasladado desde Resistencia, en los primeros días de septiembre de 1911, al mando del Teniente Coronel don Mariano Aráoz de Lamadrid; había prestado anteriormente servicios en el Regimiento 12 de Caballería, en las línas de fortines del norte de Santa Fe y Formosa.
A fines de mayo de 1912, encontrándose en el Fortín Irigoyen, recibe orden del Comandante Aráoz de Lamadrid, para que salga en exploración hasta el Fortín Uriburu, integrante de la línea de fortines construidos a lo largo del río Bermejo, durante la expedición científico – militar al mando del Ministro de Guerra y Marina, Gral. don Benjamín Victorica, a saber: Lavalle, Presidencia Roca, Plaza, Wilde, Cornejo, Irigoyen, Madero, Bosch, Expedición, cuyas comunicaciones se hacían generalmente a lomo de mula, por angostos senderos en la espesura de los bosques, que a veces no permitían el paso de dos jinetes a la par.
Dicha fuerza se componía de veinte soldados conscriptos que recientemente se habían incorporado a las filas del ejército, sin instrucción militar alguna; como segundo jefe iba el Sargento Domingo Arce, oriundo de la provincia de Santiago del Estero, veterano en la lucha contra el salvaje, de valor temerario puesto en manifiesto en muchas oportunidades.
Sale la comisión una mañana fría y neblinosa del 30 de mayo con las carabinas descargadas y enfundadas; en un momento de larga y peligrosa marcha, el Sargento Arce hizo notar a su jefe que las armas se encontraban descargadas y dentro de sus respectivas fundas y que sería prudente tomar precauciones, a lo que el Capitán Solari le contestó que obraba de acuerdo a su criterio.
Haremos resaltar la grave falta de previsión en que incurriera el jefe, teniendo en cuenta el lugar donde se encontraban y el instinto sanguinario del salvaje.
El día 1 de junio, pasado el medio día, la columna expedicionaria seguía hacia el objetivo ordenado, que ya estaba cercano, y de repente el Capitán Solari que iba delante de la tropa divisó un tigre que estaba en el sendero donde tenían que pasar y rápidamente volvió sobre sus pasos y pidió a un soldado su carabina y proyectiles y preparada el arma hizo fuego sobre el felino, cuyo impacto le destrozó la cabeza, cayendo mortalmente herido.
Allí se hizo un alto en la marcha y mientras se sacaba el cuero al animal, el Sargento Arce realizó una exploración a lo largo de la picada en un trayecto de varios cientos de metros, por donde tenían que pasar.
Cuando se disponía a continuar la marcha, el Sargento Arce le informó a su jefe que había encontrado rastros frescos de pisadas de indios, por lo que estimaba necesario adoptar todas las precauciones, preparando las armas para cualquier eventualidad, sugerencia que molestó al Capitán Solari, increpándole a su subordinado, en la siguiente forma:
Sargento Arce. Dígame ¿quién manda aquí, usted o yo? A lo que le contestó el interpelado: Usted, mi capitán.
Se continuó la marcha mientras la tarde se iba extinguiendo y la columna llegaba a la costa de un estero que bordeaba un monte, mientras la noche iba cubriendo con su sombra el panorama. El vaticinio del Sargento Arce se cumplió inexorablemente. Una descarga de armas largas atruena el espacio y lenguas de fuego, como pequeños relámpagos se divisaron desde la espesura del monte, a escasos metros del sendero. Simultáneamente al fragor de la descarga se lo ve caer de su cabalgadura al Capitán Solari herido de muerte y heridos de consideración el Sargento Arce y dos soldados. De inmediato se produjo el desbande de los restantes que resultaron ilesos.
Se acerca Arce a su jefe caído para auxiliarlo, pero todo fue inútil, pues ya agonizaba; no obstante tuvo fuerzas suficientes para articular algunas palabras y fueron para pedirle que haga llegar a su hija, huérfana de madre que vivía en Corrientes unos efectos personales que llevaba consigo.
Producido el deceso, el Sargento Arce, ayudado por los soldados heridos, arrastraron el cadáver como cincuenta metros del lugar del suceso, a fin de salvarlo o bien ponerlo a buen recaudo, pero por el deficiente estado físico de los mismos y la posibilidad de ser exterminados, tuvieron que abandonar el cadáver de su jefe e internarse en el estero, esperando el nuevo día.
Quiso la casualidad que esa mañana apareciera por las cercanías un carro que hacía el servicio de proveeduría de comestibles a los distintos fortines y en esas circunstancias venía de regreso del Fortín Irigoyen.
Allí fueron transportados los heridos, mientras que por otros medios se hacía llegar la luctuosa noticia a la comandancia de Presidencia Roca que organizó una comisión de treinta y cinco hombres al mando del Teniente José M. Rudaz Vega, con la misión de recoger el cadáver del infortunado militar que fue hallado después de seis días de su muerte, en el mismo lugar donde fuera dejado por sus subordinados pero despojado completamente de sus ropas y calzados. Las aves de rapiña completaron el triste epílogo del drama en los despojos del infortunado militar, devorando sus entrañas y sus miembros. En el lugar del hallazgo, la comisión le rindió emocionado homenaje al héroe que ofrendó su vida, como muchos otros en holocausto de la Patria.
Ahora cedemos la palabra al ex soldado conscripto del Regimiento 7 de Caballería, don Manuel Marín, que prestó servicios en la Comandancia Presidencia Roca, como soldado carpintero, octogenario ya y que vive en nuestra ciudad, en la Avenida Alberdi al Nº3500, quien nos dijo al respecto:
"Con dos años de carpa, totoras sacadas del estero, palos y lianas se hizo un envoltorio y fuertemente atado con tiras de cuero crudo, se transportó el cadáver a lomo de mula, hasta la Comandancia, llegando a ese lugar al anochecer el 6 de junio."
"En esas circunstancias fui llamado por el Teniente Coronel Aráoz de Lamadrid quien me ordenó que hiciera un ataúd, poniendo a mis órdenes varios soldados conscriptos, para que me ayuden en esa tarea."
"Trabajamos toda la noche, utilizando varios tablones aserrados de algarrobo; terminando el ataúd, se recubrió con género negro íntegramente y en la tapa se colocó una tira de género formando una cruz."
"Acto continuo se colocó el cadáver en el cajón, que fue rellenado con cal viva y luego se clavó la tapa y fue depositado en un lugar adecuado, con centinela de vista."
"Transcurrió más de un mes en dicho depósito cuando llegó de Puerto Bermejo una lancha que transportó el féretro hasta aquella localidad, para ser trasbordado al vapor "Pago Largo" y transportado a Corrientes, donde fue colocado en un panteón en el cementerio San Juan Bautista."
Este hecho vandálico tuvo honda repercusión en las filas de nuestro ejército, en la civilidad de Corrientes y Resistencia, donde gozaba de general aprecio. Manuel Meza (Autor de: "El Chaco Austral en su evolución histórica a través de cuatro siglos" Ed. 1978
Fuente: -Hombres y Mujeres que Hicieron Chaco- de Lidia Polich de Calvo. |