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PERSONAJES DEL CHACO
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Fuente: Archivo familiar
Nombre y Apellido Enrique Winter
Nacimiento 30.05.1907
Fallecimiento 06.12.1964
Origen Chaco, Argentina
Ámbito Local
Categoría Salud
Síntesis Pionero de la ofidiología en el Chaco. Luchó por la instalación de un serpentario para cubrir la creciente demanda de suero antiofídico, proyecto que nunca pudo concretarse por razones políticas.
Biografía
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Un pionero de la ofidiología en el Chaco

El transcurrir del siglo XX ha incorporado un concepto de historia diferente al que prevaleció en el siglo pasado. Al amparo y por acción de la Escuela Francesa, y sin dejar de considerar los hechos relativos a los personajes destacados, se ha volcado la atención hacia los cambios o transformaciones que producen en la sociedad, enfocándose la historia de la gente común. Como dice un autor "se ha dado voz a los que no han tenido voz en la historia". La gente común a la que se alude es aquella que tal vez no trasciende más allá de la esfera doméstica o comunitaria, pero cuyo accionar es rescatado a veces cuando la perspectiva histórica otorga la verdadera dimensión de la labor o acontecimientos que protagonizaron. Esta historia chica complementa en buena medida la tradicional, la de los grandes protagonistas o héroes.

La historia del Chaco presenta numerosos ejemplos de lo que afirmamos, historia de vidas con su tesón y esfuerzo condujeron al territorio, a la provincia y a veces a la región a logros significativos, o que con sus conocimientos enriquecieron la cultura local o mejoraron condiciones de vida de la comunidad. Nuestro enfoque estará dirigido a una de esas personas cuya acción, analizada desde el hoy, puede ser calificada como de entrega y beneficio para la sociedad chaqueña, aún cuando sus logros no se concretaran en plenitud.

Enrique Winter nació en 1907 en el seno de una familia que dio a la educación chaqueña un número considerable de docentes. Quizás por vocación, por decisión familiar o porque era la única manera de continuar estudios secundarios, él también fue un maestro egresado de la Escuela Normal Sarmiento.

Hasta 1936 se desempeñó en tareas de administración de un obraje en el interior del Chaco, circunstancia que lo puso en contacto de las duras condiciones de vida de los hacheros. Desde entonces, ocupó cargos docentes en escuelas rurales de Machagai, Margarita Belén y Colonia Benítez. En estas dos últimas localidades trabajó bajo la dirección de don Augusto Schulz, con quien estrechara una sólida y larga amistad, la que sin dudas habrá incentivado la vocación que afloraría luego.

La realidad que percibía en el campo chaqueño le advirtió del peligro que significaba para niños y adultos, la existencia en la zona de serpientes venenosas que se cobraban vidas o ponían en peligro a la de los vecinos. Entabló entonces, en la década del cuarenta, relaciones con el Instituto Malbrán de la Capital Federal llegando al acuerdo de que, a cambio del envío de ejemplares de serpientes, el Instituto le remitiría suero antiofídico.

La casa que compartía con su familia en Colonia Benítez tuvo desde ese momento una gran jaula en donde depositaba los ejemplares que le eran entregados por vecinos de la zona, hábilmente concientizados acerca de la necesidad de contar con el antídoto específico, que no se conseguía en las farmacias ni en centros de salud. Las víboras eran colocadas en envases especiales provistos por el Instituto y remitidas a la Capital, corriendo nuestro personaje con los gastos de envío. El suero enviado a cambio era distribuido en las escuelas rurales y centros de salud.

Hasta 1948 permaneció en la Colonia y por razones familiares debió trasladarse a Resistencia. En su despedida de la docencia, en el último asiento de su cuaderno de actuación profesional asentaría el doctor Schulz esta frase que sintetiza su labor en la comunidad, para la cual organizara y trabajara en una Sociedad de Beneficencia cuyo objeto era el de ayudar a la atención sanitaria de los vecinos pobres: "... desarrolló una amplia y progresiva actividad en todas las manifestaciones que pudieran beneficiar a la Colonia con la dedicación propia del que desea por sobre todo el bien público, pues conoce bien al pueblo... y sacrificó hasta sus horas libres y de descanso por el bien al prójimo."

En la capital entonces Territorio pasó a desempeñarse en la Delegación Sanitaria Federal dependiente del Ministerio de Acción Social y Salud Pública de la Nación (más conocida en el medio como Asistencia Pública) que funcionaba en el local de Hipólito Irigoyen 86. En una habitación de ese local instaló el depósito de serpientes y continuó con la labor iniciada trabajando voluntariamente, ya que sus funciones específicas eran administrativas.

Prosiguió también relacionándose con el Instituto Malbrán y luego con el Butantán de Brasil y requiriendo cualquier información sobre reptiles a organismos especializados del extranjero. Evidenciando ponderables condiciones de autodidacta enriqueció su formación con conocimientos científicos que le ganaron el respeto de especialistas en la materia. Más tarde colaboraría con el Instituto Nacional de Microbiología de la Capital Nacional.

Hacia mediados de siglo advirtió que la demanda de suero antiofídico por casos de mordeduras de serpientes en el Chaco era considerablemente mayor que la disponibilidad del antídoto. Inició entonces una verdadera cruzada para obtener la instalación de un serpentario en el Chaco, causa por la que lucharía hasta su muerte. La Subsecretaría Técnica del Instituto Malbrán lo designó, en 1953, para que se abocara al estudio y organización del serpentario ante la urgencia de contar con ejemplares de víboras cascabel.

Al año siguiente presentó un informe al gobernador Felipe Gallardo exponiendo las razones de la urgencia para efectivizar esta medida. Como respuesta fue enviado a Buenos Aires con el objetivo de ponerse en contacto directo con las autoridades y la labor del Instituto, gestionando a la vez la provisión de elementos para que el organismo empezara a funcionar.

Luego de esta experiencia, el gobierno provincial le encomendó en 1955 la elaboración de un proyecto de organización, habilitación y funcionamiento de una sección de Herpetología y Ponzoñas dependiente de la Dirección General de Sanidad, el que fue aprobado por el Ministerio de Salud Pública de la Provincia, determinando que se instalase en los terrenos disponibles del Hospital Perrando. De ello resultó un extenso proyecto que aún puede consultarse. Los sucesos políticos de ese año, que quebraron la continuidad institucional de la provincia, impidieron la concreción de lo propuesto, por cuya realización continuaría luchando siempre. La intervención federal en la Dirección General de Sanidad del Nordeste lo designó, sin embargo, Jefe de la sección Herpetología, Ponzoñas y Sueros.

Poco después, su interés por las serpientes, que evidentemente lo apasionaba hasta la imprudencia, le produjo un accidente que a la larga resultó fatal y que le produjo una incapacidad del 20%, según informes laborales. Se encontraba dando de beber a una víbora -yarará de la cruz- (en la mano como acostumbraba hacerlo) y el animal lo mordió en el dedo. La celeridad con que actuó de inmediato, en razón de sus conocimientos específicos, no impidió que el veneno inoculado le produjera un daño irreversible.

Paradójicamente, luego se advirtió que el antídoto inoculado no correspondía a la especia que lo había mordido o estaba vencido. Luego de un mes durante el cual peligró su vida y de un año de rehabilitación, volvió al trabajo y a la lucha, con lesiones en el habla, en la visión y en el sentido del equilibrio. Aún no restablecido por completo, retomó entonces su propósito de creación del serpentario, proyecto del cual se conservan escritos que exponen fundamentos, esbozos de planos de edificio, de comedores para los reptiles, de recipientes para guardarlos y de un aparato diseñado por él para cazarlos y manejarlos, muy sencillo y pensado para el hombre de campo

Entre 1959 y 1961, dirigiendo la Sección de Herpetología, Ponzoñas y Sueros del Ministerio de Salud Pública, escribió numerosos artículos breves sobre serpientes venenosas de la zona, algunos de netas características académicas y otros, en lenguaje llano y sencillo dedicados especialmente a aquellas personas que en razón de sus actividades normales o accidentales pudieran entrar en contacto con ofidios, recomendaciones al respecto para el hombre de campo e, insistentemente, acerca de la necesidad de habilitación de un serpentario regional, algunos de los cuales fueron publicados por la prensa local. Sus experiencias y conocimientos se extendían también a otros animales cuyas mordeduras o picaduras introducían ponzoñas en el organismo: arañas, hormigas, abejas, rayas, etc. Durante este período continuaba manteniendo contactos regulares con el Instituto de Microbiología de la Capital Federal, institución a la cual aportaba información sobre las características y hábitos de las especies de la zona.

Su lucha por la instalación del serpentario no tuvo apoyo necesario y no se concretó. Escribía al doctor Cecilio Romaña personaje vinculado también con el área de la salud de la provincia. "Hace años vengo luchando contra la indiferencia de los organismos oficiales. En una oportunidad me contestaron que había problemas más importantes en la salud del pueblo del Chaco que las picaduras de víboras. De acuerdo, pero a condición de que esos problemas más importantes sean estudiados y resueltos. Pero no ha sido así."

Y expresando su desinterés personal en el asunto afirmaba: "No quiero nada para mí. No ando detrás de un puesto cómodo de director o jefe, pero estoy dispuesto a auxiliar en la ejecución de proyectos con todo lo que he aprendido en mi vida, y no pido nada en cambio. Me duele ver al Chaco lleno de proyectos, doctores y asesores, la riqueza correr a torrentes por sus caminos pero también volcarse a torrentes la miseria y abandono por sus campos".

Mientras tanto, desalentado en su propósito de creación del serpentario, continuaba acrecentando y elaborando sus conocimientos con bibliografía especializada y con experiencias concretas. En 1964, escribía el doctor Schulz adjuntando la nómina de especies vegetales que, a su entender, obraban como antídoto en los accidentes con animales ponzoñosos. En su respuesta, el distinguido naturalista chaqueño, le agregaba el detalle de otras especies y le sugería continuara investigando el tema en el caso de las corales, para las que el suero no era efectivo. Le señalaba la existencia de animalitos que podían luchar con ellas sin consecuencias. Juzgaba que allí existía un seguro campo de investigación y le ofrecía su colaboración.

Desgraciadamente, días más tarde, la muerte lo sorprendió, por un ataque cardíaco secuela del accidente de ocho años atrás. Tenía solamente 57 años, de los cuales más de la mitad habían sido dedicados a mejorar la salud de la comunidad. El año anterior había sido solicitada su transferencia al Museo de Ciencias Naturales en oficios en los que se lo calificaba de "especialista en serpientes", la que fue negada por las autoridades del Ministerio de Salud Pública.

Ese año, en una reunión del Colegio Médico Gremial, el doctor Remo Pierotti, afirmaba después de haber conocido el material por él recogido y elaborado "... desde aquí es donde parte la verdadera historia del serpentario y con estas breves líneas que no reflejan la enorme labor sostenida, ni hablan de que él mismo fue víctima de su hobby, he hecho honor, creo, a un verdadero precursor en nuestra provincia."

Enrique Winter sufrió los vaivenes políticos de la época en que le tocó vivir. Participó también en actividades de la comunidad en diversas áreas: Tiro Federal, Aero Club, automovilismo, ciclismo, etc., ganando siempre la estima de la gente, por su sencillez y entrega a ideales y proyectos tendientes al bien común.

El tema de la mordedura o picadura de especies ponzoñosas, fue perdiendo relevancia por el avance del poblamiento de la provincia, los adelantos científicos y tecnológicos o tal vez, porque otros problemas más acuciantes fueron desplazándolo. Pero nadie podrá negar hoy, la importancia que tuvo el problema hace medio siglo.

El tiempo, fiel aliado de la historia al brindar la perspectiva de los hechos, nos permite comprender la dimensión exacta del aporte de algunas personas al bien de la comunidad. Es el caso de este personaje de la vida chaqueña.

María Cristina de Pompert de Valenzuela
Integrante de la Academia Nacional de Historia.
Publicado el 25/06/2000 en el diario Norte, revista Chaqueña.

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Fuente: Diario Norte

 
 
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