Andaluz, montillano y de límpida ascendencia. Hijo de Mateo Sánchez y de Ana Jiménez Hidalgo. Fue el segundo hijo de tres que tuvieron los padres. Recibió las aguas de bautismo el 10 de marzo de 1549.
En 1570 profesó sus votos en la Orden Franciscana. Era guardián del Convento de San Francisco del Monte, a siete leguas de Córdoba la Sultana, cuando transcurrido un año más o menos, renunció a ese cargo. Su obsesión fueron las misiones para convertir almas, miró la provincia de Tucumán y Paraguay. Según otros sacerdotes testigos, en España le llamaban “El Santo”, porque en nombre del Señor, había devuelto la vida a un niño mientras lo llevaban a enterrar.
Estuvo tres o cuatro meses en Panamá, partió de allí a fines de octubre de 1589. Cerca de la Isla Górgona, después de ocho días de navegación, la nave encalló y los pasajeros pasaron noches de tragedia, entre ellos Fray Francisco Solano que salió debajo de la cubierta con una cruz en las manos, animando y diciendo se confesasen todos; a algunos negros bozales que allí estaban los bautizó y a muchos españoles confesó.
Al día siguiente, con las primeras luces, echó el maestre Morgana al agua el batel. Cuarenta personas, entre religiosos y laicos, pudieron salvarse en él. Fray Francisco fue invitado a subir, desechó el ofrecimiento, por no abandonar a los náufragos en tan afligente situación. En pleno mar se balanceó la nave, se partió por el medio del árbol mayor hacia la proa. Todos se ahogaron. Los que compartían el naufragio con Fray Francisco estuvieron tres días sin comer, beber ni dormir hasta que los de tierra vinieron a socorrerlos.
Fray Francisco entró en el Tucumán el 15 de noviembre de 1590, con el Padre Baltasar Navarro y otros siete compañeros más. Estuvo como doctrinero de los pueblos de Socotonio, La Magdalena y otros. En sólo quince días aprendió y dominó la lengua de los aborígenes tonocotés y lo más extraño y asombroso fue que aún las lenguas que no tuvo oportunidad de aprender, las hablaba por igual. Lo llamaban allí “El Santo”.
El primer convento que el Padre Solano visitó fue el de Nuestra Señora de Talavera en la ciudad de Esteco, donde permaneció unos cuatro meses.
Peregrinó desde San Miguel de Tucumán hasta Santiago del Estero y en todos lados lo aclamaban por santo; particularmente los indígenas. Santa Fe, Córdoba, Salta, Paraguay, La Rioja y Chaco, fueron los campos de su gesta misional, durante más de diez años, después de haber recorrido el Perú y Chila atravesando varias veces la Cordillera de los Andes.
Los indios matarás y los de otras tribus a orillas del Salado y del Bermejo y toda la región de Esteco, donde actuó como doctrinero, constituyen claro testimonio de su porte noble y cariñoso, de su bondad y empeño en la fundación de pueblos para los indígenas, de la dulzura de su palabra acompañada por la música de su violín legendario, tanto que los indios llegaron a venerarlo como a un Dios bajado del cielo. Lo llamaban “El Santo” porque al orar e imponer las manos sobre los enfermos, estos sanaban.
Para los aborígenes y para Dios levantó ermitas y capillas y aún hoy el corazón cristiano recuerda con emoción que las tierras chaqueñas tuvieron el honor que a otras no fue concedido, de ser santificadas con su presencia y con las huellas de sus plantas.
Falleció el 14 de julio de 1610.
- El cementerio de la ciudad de Resistencia lleva el nombre “San Francisco Solano”.
- Por Resolución Nº1643.84 del Consejo General de Educación, la Escuela de Nivel Secundario Nº52 de Colonia Benítez, tiene como patrono a este Santo.
Fuente: -Hombres y Mujeres que Hicieron Chaco- de Lidia Polich de Calvo. |