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23 de enero de 2010
Erminio Blotta: "Tallé obras sin dinero y casi solo"
En el 31º aniversario de su muerte, una carta autobiográfica de Erminio Blotta, escrita a pedido de un diario de Resistencia (Chaco)
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Por Erminio Blotta

Querido amigo: Es un problema difícil de solucionar esto de hacer una especie de biografía, escribir de mis principios en el campo del arte. La mayoría de los plásticos han tenido maestros, han concurrido a academias, se han iniciado impulsados por tales motivos, por tales ansiedades, para dar mensajes y qué sé yo cuántas razones. Yo no puedo, porque en realidad no tuve dónde empezar, y después de todo... ¿Empezar? Si a los dos o tres años de haber empezado a modelar el barro ya me trenzaba con bloques de mármol más grandes que yo. Hablando de los principios de la tarea escultórica tendría que remontarme a la época en que era aprendiz fundidor en los talleres del Ferrocarril Central Argentino. A mí me habían puesto a amasar la arcilla con que se tapaba la boca del horno donde se fundía la "guisa", y con ese material yo hacía toda clase de figuritas, perros, caballos, objetos y algunas zafadurías y era el asombro de mi capataz y de otros obreros, que me aconsejaban que estudiara escultura. Tendría que recordar un tallercito de yesería establecido en una esquina de mi barrio, donde de a poco me hice amigo del yesero y me ofrecí para serle útil, modelando ménsulas, escudos, capiteles y otras cosas y él, a su vez, me enseñaba a trabajar el yeso. Pero más que esto tendría que recordar a esos "compañeros" que me prestaban libros, literatura revolucionaria, Gorki, Tolstoi, Malatesta, etcétera. Recuerdo que lo primero que modelé fueron bajorrelieves de Tolstoi, Baudelaire, Anatole France y otros muchos.

Luego viene mi contacto con la vida nocturna: teatros, clubes, peñas de café. Apenas me separé de la familia fui a vivir con amigos, como Atalaya, Cochet, Abel Rodríguez.

Mi instalación en Buenos Aires, la concurrencia a la Brasileña, el Paulista, donde conocía y me hice muy amigo de Ghiraldo, González Pacheco, Tiganelli, Silva, Thibon, Walter de Navazio, mi estada de más de un año en Montevideo, donde frecuenté cenáculos anarquistas y literarios. ¿Cenáculos? Epoca de hambre: vuelta de Rosario, donde me ofrecí a Don Marcos Vanzo, que tenía un taller de cincelado, primera fábrica de medallas en Rosario y empecé a modelar con marmoleros, placas y retratos funerarios; después vino mi amistad con Artemio Zeno, Muniagurria y allá por 1913 vivía con Romito, al que conocí en una marmolería. Por el doctor Muniagurria conocí a David Peña, que me hizo conocer a Alberdi, me entusiasmé con esa gran figura y un día se me ocurrió hacerle un monumento e hice un boceto y entusiasmé a los miembros de la Comisión de Fomento del Pueblo Alberdi. Logré hacerles comprar bloques de mármoles y piedras. Sería muy largo de contar estas aventuras, la forma y el modo como tallé la obra, sin dinero y casi solo, pero realicé un monumento de siete metros de alto: para colmo de males, me rompí un ojo ﷓el cual ya estaba un poquito averiado﷓ pero aún veía bien. Quedé ciego durante seis meses y perdí por completo el ojo, mientras hacía el Alberdi. Tallé el Beethoven; también sería largo de contar la realización. En las actas de El Círculo figurará el encargo que se me hizo, de un pequeño busto para donarlo a la Biblioteca Argentina, y salió el primer monumento en el mundo latino a ese genio musical.

Veinticinco años después de Rosario, se hizo en París. Tendría que recordar la organización de la primera exposición de arte argentino, allá por 1914 en un salón de la Calle Córdoba. En Rosario, recuerdo de mis primeras épocas, no se veían exposiciones de arte, no había cátedras, ni museos. El único lugar donde se ganaba algún dinero era el cementerio, haciendo placas para marmoleros y bronceros.

Me refiero a la escultura. Mandé al Salón Nacional, de 1912 hasta el 15, donde me dieron un premio estímulo. Después, no mandé más. Era enemigo de esos salones oficiales, donde casi siempre me rechazaban. Me dediqué a trabajar para la ciudad, escuelas, plazas, calles. También me relacioné con el Paraguay, donde he realizado más de veinte esculturas. Jamás esperé a que me llamaran para hacer ninguna escultura, casi siempre era yo quien me ofrecía a hacer la obra, hubiera o no dinero. Hice exposiciones en Asunción, dos veces en Rosario, he concurrido a Santa Fe y Córdoba; tengo obras en Bell Ville, en Concepción del Uruguay, en Resistencia. Doy por terminado este "curriculum vitae" porque no creo en estas cosas. Podría caer en el pintoresquismo: tengo temas, anécdotas con personajes de todas clases. Por ejemplo, cuando terminé de tallar el Beethoven, pesaba 700 kilos. En lugar de llamar un chatero para llevarlo hasta el lugar del emplazamiento, junté dos tablones, dos rodillos y una palanca. Lo arrastré durante seis cuadras, desde España y Pellegrini hasta Oroño y Cochabamba, seguido y ayudado de muchachada, y antes de bajarlo sobre el pedestal, escribí un acta, que estará todavía, y la hice firmar por todos los que estaban presentes. Empezaba el acta "¡Viva la Revolución Social!" y firmó, entre otros, un joven Santos Saccone, que después fue y es camarista. A mi busto en mármol de Sarmiento, colocado en el patio del Nacional Nº1, le pegaron un balazo en la oreja. Todavía le falta el pedazo. Fue el primer atentado en el país a las efigies del autor de Facundo. Ya no doy más.

Saludos a los amigos de Resistencia.

Fuente: www.pagina12.com.ar (Parece que el enlace está roto)
 
 
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